viernes, 25 de octubre de 2013

El imperio Bizantino



La historia del Imperio bizantino se extiende desde el siglo IV hasta 1453. Como heredero del Imperio romano, el Imperio romano de Oriente (denominado «Imperio bizantino» desde que el historiador alemán Hieronymus Wolf acuñó este término en 1557)nota 1 tiene sus orígenes en la misma fundación de Roma. Así, la característica predominante de la historia bizantina es la excepcional longevidad de su imperio, a pesar de haber enfrentado innumerables desafíos a lo largo de su existencia, como lo refleja la gran cantidad de asedios que sufrió su capital, Constantinopla. La creación de esta ciudad por Constantino en 330 constituyó un segundo punto de partida de la historia del Imperio bizantino, con la división definitiva del Imperio romano en 395.

En efecto, la ubicación de Constantinopla en la encrucijada entre Oriente y Occidente contribuyó, en gran medida, a la inmensa riqueza del Imperio bizantino. Esta riqueza junto con su gran prestigio lo convirtieron en un imperio respetado, pero también en uno muy codiciado. Además, la riqueza de fuentes históricas bizantinas permite una visión global y detallada de la historia bizantina, aunque la imparcialidad de los historiadores, a menudo cercanos al poder, sea a veces cuestionable.

Heredero de la Antigua Roma, el Imperio bizantino desarrolló rápidamente características que lo hicieron único. George Ostrogorsky describe el Imperio bizantino como «la síntesis de la cultura helenística y de la religión cristiana con la forma romana de Estado». Esta evolución progresiva de un Imperio romano a un imperio más específico tuvo lugar en el curso del siglo VII, después de que Justiniano I hubiera intentado, con éxito variable, restaurar la universalidad del Imperio.

Las conquistas árabes de Siria, Egipto y África del Norte, asociadas con las incursiones búlgaras en los Balcanes y lombardas en Italia, obligaron al Imperio bizantino a refundarse sobre nuevas bases. La historiografía moderna considera esta transición como un paso de la forma proto-bizantina (o paleo-bizantina) del Imperio a su forma meso-bizantina. Esta última etapa se prolongaría hasta 1204 y estuvo caracterizada por el período iconoclasta, que significó el conflicto entre los partidarios y adversarios de los iconos hasta mediados del siglo IX. Tal conflicto interno impidió que el imperio llevara a cabo una política exterior ofensiva; sin embargo, los emperadores lograron defender Constantinopla frente a los peligros externos, en particular, árabes.

El éxito de los iconódulos y el establecimiento de la dinastía macedónica en 867 llevó al Imperio bizantino a su período de gloria, tanto en el plano cultural como en el territorial. Llegó a su apogeo cuando Basilio II derrotó a los búlgaros y dejó al imperio más extenso de lo que había sido desde Heraclio. No obstante, después de su muerte en 1025, los conflictos entre las noblezas civil y militar, junto con la aparición de nuevas amenazas, condujeron al imperio al borde de la ruina. La derrota de Manzikert contra los selyúcidas en 1071 tuvo como consecuencia la pérdida del Asia Menor y la llegada al poder de los Comneno en 1081. Estos últimos lograron restablecer el poderío bizantino, aunque sin recuperar el conjunto de territorios perdidos, mientras que la animosidad entre bizantinos y latinos se incrementó progresivamente con la aparición del fenómeno de las Cruzadas. Estas tensiones llevaron a la toma de Constantinopla en 1204 durante la Cuarta Cruzada y a la división del imperio en territorios latinos y griegos.

Si bien el Imperio de Nicea fue capaz de recuperar Constantinopla en 1261 y restablecer el Imperio bizantino, los Paleólogos no pudieron hacer frente a los diversos desafíos que encontraron. Arruinado económicamente por las repúblicas italianas, debilitado interiormente por una aristocracia todopoderosa e incapaz de oponerse a la presión otomana, el Imperio bizantino terminó por caer en 1453, tras siglo y medio de lenta agonía. Esta debacle estuvo marcada por una profunda renovación cultural que permitió la propagación de la influencia bizantina por toda Europa, incluso cuando su territorio se había reducido irremediablemente.

El desarrollo del Imperio Bizantino



ETAPA INICIAL.

Se incluyó la creación de un sistema monetario. Las grandes propiedades dominaban el mundo rural y aunque los elevados impuestos tuvieron como consecuencia el abandono de la tierra, la agricultura permaneció como la principal fuente de riqueza del Imperio. La Iglesia y la Corona adquirieron vastos territorios, convirtiéndose de este modo en los mayores terratenientes del Imperio. Una rigurosa regulación imperial sobre la pureza y suministro de los metales preciosos, al igual que sobre la organización del comercio y la actividad artesanal, caracterizaron la vida económica. Los gastos ocasionados al construir edificios públicos e iglesias, agotaron los recursos económicos del Imperio a la vez que distintas plagas acababan con su población.

ETAPA MEDIA.

El Imperio sobrevivió a las migraciones, pero no pudo recobrar y gobernar todo el Mediterráneo.

Muchas de las características del Imperio y de su cultura cambiaron. La mayor parte de los Balcanes se perdieron. El agotamiento producido por las guerras ocasionadas y las ásperas disputas religiosas entre sectas cristianas rivales, hundieron las defensas y la moral bizantinas, dejando al Imperio en condiciones muy precarias para hacer frente a otros problemas.

Los ejércitos del Imperio bizantino se organizaron unos distritos militares; los soldados de estos ejércitos adquirieron tierras exentas de impuestos y preservaron el corazón del Imperio, a la vez que evitaban la ruinosa pérdida de dinero que había supuesto los ejércitos asalariados del periodo anterior a las invasiones. La vida urbana y el comercio decayeron. La situación bélica y la consecuente inseguridad inhibieron a la agricultura y a la educación. El Imperio, con unos recursos limitados, no pudo mantener por más tiempo la integridad territorial, las infraestructuras y la complejidad del Imperio tardo romano. Aún así logró subsistir y adaptarse a sus limitadas circunstancias.

RECONQUISTA.

Al inicio del siglo IX, la vida intelectual revivió: se copiaron y extractaron antiguos manuscritos; se cambiaron a máquina las enciclopedias y obras de referencia; las matemáticas, la astronomía y la literatura recibieron otra vez una gran atención. El renacimiento cultural estuvo acompañado por un retorno consciente a los modelos clásicos en el arte y en la literatura. El comercio exterior también se intensificó en el Mediterráneo y en el mar Negro.

Los esfuerzos de todas las dinastías para invertir la creciente concentración de tierras en las manos de unos pocos propietarios y de la Iglesia, fracasaron en última instancia. Aunque sustituyó a muchas viejas familias por un nuevo grupo de familias leales, su creciente riqueza y poder perjudicó de forma notable a los ingresos, a la autoridad del Estado y a los recursos militares del Imperio.

Tras el rechazo de unos nuevos progresos tecnológicos, culturas y económicos por parte de algunos emperadores, se le ha de sumar las últimas perdidas de posesiones.

DECADENCIA Y CAÍDA.

Las ciudades mercantiles italianas recibieron especiales privilegios comerciales en territorio bizantino, controlando así gran parte del comercio y de la riqueza del Imperio. Bizancio experimentó cierta prosperidad, pero su poder político y militar se desvaneció. Las condiciones agrícolas empeoraron para la población rural. Los turcos conquistaron los restos del Imperio y después en 1354 ocuparon los Balcanes y finalmente tomaron Constantinopla, lo que supuso el fin del Imperio en 1453.

LA FUNCIÓN DEL IMPERIO.

El Imperio bizantino fue regido por unos emperadores autocráticos, que constituían la fuente de la autoridad gubernamental. Ellos fueron los responsables de mantener la doctrina religiosa ortodoxa, situando toda la fuerza del poder imperial bajo una uniformidad doctrinal. Los emperadores lucharon por esa uniformidad, en parte para obtener el apoyo de la Iglesia, pero también porque creyeron que la supervivencia y el bienestar del Imperio dependían del favor divino. Se creo la política contraria al uso de imágenes en el culto, por ello hubo consecuencias entre la religión y el arte. El emperador, encarnación viviente del derecho, emitió leyes y era el último intérprete del derecho civil; él tenía la última palabra en casi todas las cuestiones. Fue uno de los más importantes protectores del arte y arquitectura bizantinos.

EL LEGADO BIZANTINO.

En este apartado se relata lo que se deja o se transmite a los sucesores.

Esta concepción de la autoridad imperial, la creación del alfabeto cirílico realizada por los misioneros bizantinos para los pueblos eslavos, así como la conservación de antiguos manuscritos griegos y de la cultura han sido las más importantes contribuciones del Imperio bizantino a la posterioridad. El resurgimiento de aspectos del clasicismo griego, especialmente el enciclopedismo, la historia, literatura, filosofía, las matemáticas y la astronomía, fue transmitido a una expectante población Italiana; de este modo la cultura y la religión bizantina sobrevivieron largo tiempo a la desaparición del Imperio. Las tradiciones y conductas bizantinas también pervivieron entre los griegos y los pueblos eslavos.

RITO BIZANTINO.

Sistema de prácticas litúrgicas usado por la Iglesia ortodoxa y diversas iglesias orientales católicas. El rito bizantino se desarrolló y perfeccionó en el imperio bizantino.

MÚSICA.

La música propia de la liturgia bizantina fue establecida en el s. IV por Basilio el Grande y san Juan Crisóstomo y otros le añadieron nuevos elementos y la desarrollaron, creando melodías nuevas y textos para himnos. Los instrumentos quedan excluidos. La teoría de la música bizantina se basa en la griega.

LITERATURA.

Entre los autores religiosos de inspiración cristiana sobresalen los Padres de la Iglesia y Juan Crisóstomo de Antioquia. La literatura teológica debate la naturaleza humana o divina de Cristo. Eusebio de Cesarea y Teodoreto son autores de historias de la Iglesia. Eudoxia escribió Cipriano de Antioquía, relato en verso considerado la primera novela cristiana. En 529, se ordenó la clausura de las academias filosóficas. Aproximadamente hacia el siglo VII quedó implantada una clara jerarquía de los géneros literarios: el filosófico-teológico se consideró el más elevado, seguido de otros géneros litúrgico-religiosos, y por último los de temas profanos.

ARTE.

Tuvo su primer período de esplendor durante 527-565 en la primera edad de oro. El arte bizantino de dividió en cuatro apartados: arquitectura, escultura, mosaico y pintura.

Arquitectura: El carácter esencial de la arquitectura eclesiástica bizantina esta determinada por elementos como: planta de cruz, griega o poligonal, cúpulas de grandes dimensiones, etc. y el empleo del mosaico como recubrimiento interior del edificio. Los principales monumentos del arte bizantino corresponden: Santa Sofía, Santa Eirene y la de los Santos Apóstoles. Los edificios se decoraron externamente mediante anchas franjas de piedra y ladrillo con alternancia de color. En definitiva, el imperio bizantino dejó importantes muestras de su arte.

Escultura: Sólo se han conservado, en su mayor parte, esculturas de mármol que datan del s. VI.

Mosaico: Los mosaicos eran de débil colorido, se oponen los de gran riqueza cromática a intensidad de contrastes, como por ejemplo los caracterizados por la representación frontal de las figuras sobre un fondo dorado. En el siglo XII, el modelado suave proporcionó un aspecto más difuso al conjunto de la representación.

Pintura: Con características como: mayor tamaño, frontalidad, ausencia del retrato e introducción del atributo y tendiendo a reproducir lo esencial.


Para profundizar en el tema:

*Interesante animación flash sobre El imperio Bizantino

*Documental


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